martes, 30 de junio de 2015

Todo a su edad

Por: Marco Paulini Espinoza

No cabe duda que el embarazo adolescente trae consigo repercusiones tanto a nivel individual como social. Dicho de otro modo: no es un problema personal, sino que nos afecta a todos como sociedad.
Trae consecuencias nefastas en el desarrollo socio económico del país. Todo esto sucede al limitar los recursos para el desarrollo de los adolescentes que son padres y madres.
Si ahondamos en el tema, podremos evidenciar que el embarazo adolescente conduce a la deserción y el abandono de las escuelas. Esto se traduce en individuos de bajos niveles educativos, y por lo tanto los hace no aptos para empleos adecuados con condiciones laborales óptimas.
Todo esto equivale a pobreza y exclusión.
Asimismo los hijos producto de estas uniones tempranas, en su mayoría, están condenados a la herencia y perpetuación intergeneracional de la pobreza; además familias fraccionadas.
¿Pero qué pasa cuando somos simples espectadores de este problema, y no sumamos esfuerzos por reducir los índices de embarazos adolescentes?
Tampoco debemos cerrar los ojos ante el hecho de que hoy por hoy el adolescente explora su sexualidad sin la más mínima educación sexual, ejerciendo su libre albedrío de forma casi inconsciente; tampoco debemos olvidar que muchos embarazos adolescentes son la proyección de la opresión y limitación de los derechos mismos conferidos al adolescente.
 Aquí encontramos adolescentes que han sido violentadas o que han sido forzadas a la unión temprana, estigmatizando y limitando sus planes de vida, la transición adecuada hacia su vida adulta.
También encontramos problemas de salud, ya que aunque físicamente una adolescente puede concebir, aún no ha alcanzado la madurez biológica que asegure un embarazo adecuado, desencadenando una serie de problemas que se traducen en riesgo para su salud y la de su bebé. También evidenciamos las altas tasas de suicidio producto del problema psicológico que significa para el adolescente afrontar un embarazo no deseado, y que por desgracia nunca podremos preguntar qué pasó por su mente a quienes fueron víctimas de este hecho.
Ante esta realidad tan cruenta es hora de iniciar un plan de contingencia e integrarnos en la prevención del embarazo adolescente, siendo capaces de reconocer que tanto madres, padres, tutores legales y sociedad en si misma debemos luchar hacia la prevención del mismo, pero no desde un enfoque apocalíptico, satanizando y condenando a los adolescentes por el hecho de ejercer su sexualidad; sino desde la perspectiva EDUCATIVA PREVENTIVA, reconociendo que el adolescente es sujeto integrado a una sexualidad que le es propia desde el momento mismo de su nacimiento; y que como ser sujeto a una sexualidad puede ser víctima de su inadecuada educación e inexperiencia; porque hay que reconocer que ser adolescente tiene características propias de esta etapa de vida, y una de ellas es la inexperiencia.
La reducción del embarazo adolescente se logrará postergando la edad de inicio de las relaciones sexuales en adolescentes que así lo deseen, mientras paralelo a ello, se logre el uso de metodología anticonceptiva en adolescentes que ya tienen una vida sexual activa.
Se debe lograr la culminación de la educación secundaria e integrar en el plan curricular la educación sexual integral y educación para la prevención de la violencia sexual con profesionales de la salud formados en esta temática.
Debemos fomentar y promover la construcción de conocimientos y valores orientados hacia el ejercicio de una sexualidad responsable, como fuente de desarrollo personal, la misma que se traduce en desarrollo social.

¡Hagamos el cambio!

lunes, 15 de junio de 2015

Violencia Basada en Género (VBG)

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Por: Marco Paulini espinoza

Para definir la violencia basada en genero tenemos que entender primero qué es la violencia.

En este punto decimos que la violencia es el comportamiento u omisión del mismo, con propósito de ocasionar daño y/o lesionar a otra persona, transgrediendo así los derechos del otro individuo. Dicho de otra forma es un comportamiento intencional.

¿Qué es la violencia basada en género?

La organización mundial de la salud (OMS) y la organización panamericana de la salud (OPS) la definen como: “todo acto de fuerza física o verbal, coerción o privación amenazadora para la vida, dirigida a la mujer o la niña, que cause daño físico o psicológico, humillación o privación arbitraria de la libertad y que perpetúe la subordinación femenina, tanto si se produce en la vida pública como privada”.

Muchas veces la VBG está inmersa en la vida cotidiana de la mujer, surtiendo efecto de victimización sistemática en el género femenino, y que no discrimina entre niñas, adolescentes, jóvenes, adultas y adultas mayores, ocasionando que la violencia pase desapercibida, dando origen a un tipo de “violencia fantasma”, sumando a la no identificación de la misma.

Aquí es necesario aprender a diferenciar entre violencia basada en género y otros tipos de violencia interpersonal y social; reconociendo que la violencia basada en género, tiene como objetivo la sumisión de la mujer ante el dominio de quien tenga el poder y por consecuencia el control. Generalmente es llevada a cabo por la pareja sentimental y/o familiar, y en el círculo del hogar; mejor dicho, la mujer es el blanco de la agresión.

En cambio, en la violencia sin origen de género, la victima puede ser cualquiera, incluso un hombre, el victimario un extraño o conocido ocasional y el espacio en el que es llevado a cabo este hecho puede ser cualquiera.

¿Es la violencia basada en género una violación de derechos humanos?

Por estar basada en la inequidad y la desigualdad hacia las mujeres en la práctica y distribución del poder en la sociedad, se pone de manifiesto que la VBG, trasgrede los derechos humanos; y casi siempre esta enlazada con la violencia a menores de edad.

En una visión más panorámica podremos apreciar, que en el ámbito familiar, cuando son violentados los derechos humanos de una mujer, también son violentados los derechos de sus hijos e hijas, siendo anulado su derecho a vivir y crecer en ambientes libres de violencia. De esta forma los hijos pasan a ser víctimas y testigos del terror y la degradación del género femenino, al convivir con un adulto que tiene un errado sentimiento y convicción de pertenencia y control de “su mujer” y los integrantes de su familia (hijos)

¿Es la Violencia Sexual una forma de Violencia de Género?

Si, y esto se hace evidente porque el cuerpo femenino es percibido, conquistado y dominado como territorio de pertenencia y dominio masculino; esto se expresa en poderío emocional, físico, económico, chantaje o amenaza para la penetración o cualquier contacto sexual con la mujer, ya sea niña, adolescente o adulta; incluyendo prácticas culturales como mutilación de genitales, matrimonios impuestos, sobrevaloración de la virginidad, entre otros.

Muchas veces es la misma cultura la que justifica y hereda a sus hombres el sentimiento de conquista del cuerpo y la sexualidad femenina; adoctrinando a las mismas mujeres a aceptarse como propiedad masculina, enmascarando una relación patológica de dominio y dependencia que es traspasada de generación a generación.

Especial atención se debe dar al débito conyugal; que no es otra cosa que el mal principio marital que obliga a la mujer a dar satisfacción al deseo sexual de su esposo, por el hecho de ser ella “su mujer”, ignorando su deseo como fémina. Al ser encubierta tras el velo del matrimonio o convivencia, queda impune y vigente la violencia, a tal grado que muchas veces es indetectable por las mismas mujeres que la experimentan, asumiendo que es parte de lo normal por el hecho de ser ellas las mujeres.

Observemos un ejemplo diario:

Mamá, como la única responsable de las tareas domésticas.

Papá, como el único responsable de la familia y con autoridad para tomar decisiones.

Se observa aquí que la violencia es “natural”.

Las formas más comunes de violencia basada en género son el abuso sexual en la infancia, violencia doméstica y la violación sexual.

¿La violencia basada en género es un problema de salud pública?

Si, al tener un impacto negativo en la salud integral de la mujer, la VBG repercute en la salud de la sociedad. Es por esta razón que se debe mantener la vigilancia ya que no es una tendencia aislada, sino que tiene raíz e impacto negativo en todo el mundo.

En este sentido se concluye que la salud de la mujer debe ser contemplada por las políticas públicas en busca de la equidad de género, que garantice el bienestar social y la justicia para sus integrantes; mediante la eliminación de factores que conllevan a la victimización y violencia de la mujer a causa de su género.

Los hombres hablamos

Muchas veces los varones mostramos tendencia a la violencia para resolver conflictos. Entonces automáticamente salta la pregunta ¿para resolver conflictos es necesaria la violencia?

Hay quienes conectan de forma inevitable el conflicto y la violencia y creen que para prevenir la violencia es necesario prevenir el conflicto.

Pero en el raciocinio humano, nos damos cuenta que independientemente del género femenino o masculino, como individuos tenemos diferentes intereses, aspiraciones, metas y valores; y mientras interactuamos es inevitable el conflicto, pero depende de nosotros mismos el aprender a resolverlos sin violencia, mediante el mutuo acuerdo que busque satisfacer a ambas partes a través del consenso y la razón.

Por desgracia, muchas veces el acto violento, llevado a cabo por el hombre, es considerado como normal y se justifica por la sublevación y el no reconocimiento de su autoridad por parte de las mujeres. Aquí tenemos argumentos cotidianos que enmascaran la VBG: “ella me provoca”, “yo soy el hombre de la casa”, “es que ella no me respeta”.

Como parte de este círculo vicioso, los niños que son criados en un ambiente violento, siguen construyendo su masculinidad en base a la superioridad otorgada por el machismo y en un futuro la exteriorizaran al convertirse en violentadores cuando ante el ejercicio de su supuesta autoridad, esta se vea amenazada o cuestionada por las mujeres.

Entre los principales temores de los hombres que han sido criados y “masculinizados en un ambiente violento” está el miedo de no alcanzar los estándares de “verdaderos hombres” y ser humillados o avergonzados cayendo en los calificativos de “saco largo” o “pisado”, teniendo que recurrir a su poderío y someter a la mujer como prueba de su hombría.

En este contexto, los hombres aprenden desde la niñez  y continuamente se ve probada su hombría  por la sociedad, teniendo que demostrarla aunque para esto tenga que violentar a los demás sometiendo a las mujeres y a los más débiles

¿Como hombre, qué puedo hacer?

Se debe empezar por el autoanálisis mediante una visión más franca de quienes somos como hombres, menos competitivos ante el género opuesto.

Esto no será para nada fácil, ya que hemos sido formados en base al machismo, y como tal este proceso no se dará de la noche a la mañana; pero ejerzamos el libre albedrío, deteniendo la violencia en casa, siendo constantes en nuestra decisión si el propósito es el verdadero cambio y el bienestar de la familia.

De ninguna forma debemos minimizar nuestros actos violentos; recordemos que no existen violencias pequeñas o grandes, todas son actos que deben ser desechados; tener en claro que nada justifica nuestra violencia, por lo tanto somos los únicos responsables de nuestros actos violentos; aprender a autosatisfacer nuestras necesidades, sin esperar que por un sentir de superioridad las mujeres lo hagan por nosotros, esto es clave en la prevención de muchos conflictos que llevan a hechos violentos.

Aprender a auto reconocer las señales cuando estamos a “punto de estallar” para evitar el detonante a la violencia; debemos aprender a tener la capacidad de darnos cuenta que en esas condiciones no podemos continuar una discusión, porque no estaremos dispuestos a escuchar y solo importará lo que nosotros pensamos o sentimos, arriesgándonos a que todo termine en un acto violento; por lo tanto, es mejor “un tiempo fuera” y retirarnos; por supuesto que retirarnos nos costará, por el mismo hecho de sentir que somos débiles y estamos cediendo ante una pelea; pero si estamos comprometidos en cambiar es necesario decidir entre continuar una discusión que probablemente terminará en un hecho violento, o retirarnos para retomar la calma y en otro momento llegar a un consenso con la pareja que satisfaga a ambos.

El “tiempo fuera” o “retiro” es un tiempo que debería ser aprovechado para despejar ideas, y realizar actividades que ayuden en este objetivo, muy buena opción es una caminata al aire libre y a solas para pensar con claridad, nunca se deben buscar amistades que alienten al machismo o alcohol para la resolución del problema.

Para la mayoría de los hombres el hecho de negociar y conciliar nos es difícil y más cuando hemos sido formados para imponernos o negociar desde un plano donde el mayor poder se nos es otorgados por ser varones; esto no quiere decir que es imposible, sino que demanda de un mayor compromiso con nuestras parejas y demás miembros de la familia.

Una vez logrado el equilibrio es gratificante ver lo logrado, y estaremos encaminados al respeto mutuo y el reconocimiento como verdaderos hombres.

 En la medida en que seamos capaces de irnos despojando de esa armadura que desde la niñez nos fueron impregnando como mecanismo de protección y que implica ser insensibles con los demás y con nosotros mismos; podremos comparar que lo que ganamos con vínculos afectivos con la familia es superior a lo perdemos en poderío, haciendo sostenible el cambio.

Entonces cabe decir que como hombres seremos mejores en la medida en que empecemos a recobrar nuestra capacidad sensitiva y amorosa que la cultura y la sociedad se encargó de borrar.

¡Hagamos el cambio!


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martes, 9 de junio de 2015

Embarazo adolescente: ¿un “error”… de quién?

Por: Marco Paulini Espinoza

Se debe partir de la premisa que hablar del embarazo en la adolescencia, es hablar de un embarazo de riesgo:  no solo implica riesgo para la madre sino también riesgo para su hijo, con gran probabilidad de morbimortalidad para ambos durante el embarazo, parto y/o puerperio.
Se debe tener en cuenta que el embarazo en la adolescencia no es solo  un problema de la adolescente, sino que abarca al adolescente, las familias de ambos y la sociedad en sí misma, cerrando así todo un conjunto de secuelas que repercute en la salud y el desarrollo de los individuos inmersos en esta problemática.
A la vez que en la mayoría de los casos ancla a la persona al sub desarrollo individual, tiene gran impacto en el desarrollo socio económico de la población limitando los recursos de ésta.
En este punto se debe considerar al adolescente como agente de cambio para el desarrollo social, invirtiendo para darle armas para el desarrollo  de sus capacidades, abanderar, respetar y difundir sus derechos como personas, crear espacios para su desarrollo como miembro social.
Toda esta necesidad se hace visible al revisar la incidencia de embarazo adolescente.
Debido a la falta de información en salud sexual y reproductiva (SSR), la misma que se traduce en el desconocimiento de los derechos del mismo adolescente, derechos al ejercicio de su sexualidad en base a su valoración como persona, libre, informada y con total responsabilidad de la misma, y la necesidad de educación sexual que permita desarrollar habilidades para la postergación de la edad de inicio de las relaciones sexuales si así lo deciden.

¿Por qué una adolescente no debe embarazarse?
Se sabe que, en su mayoría, el embarazo en la adolescencia no es libre, informado y mucho menos planificado, teniendo impacto en el ámbito personal y social, sin tocar aun el tema de salud, limitando las oportunidades de desarrollo, a la vez el ejercicio de sus derechos.
Se sabe que la mayor incidencia de embarazo adolescente se expresa en poblaciones de bajos recursos económicos, en situaciones de pobreza y exclusión social, poblaciones que ya muestran falta de acceso a salud y educación, trayendo al mundo individuos con bajas o casi nulas oportunidades de desarrollo, que muestran desde etapas tempranas frustración en planes de vida e inadecuada transición a la vida adulta, configurando y perpetuando la pobreza y el subdesarrollo de la sociedad.
Bajo este criterio tenemos deserción y abandono a las escuelas, empleos de baja remuneración, y, algunas veces, en condiciones infrahumanas, aumento de los índices de violencia de género, familias fraccionadas, entre otros.
Punto aparte es toda la problemática en salud que rodea al embarazo adolescente.
Aquí nos enfrentamos al aumento en la morbimortalidad materno perinatal, que se expresa en complicaciones obstétricas producto de la inmadurez y constitución biológica  de la adolescente.
Por mencionar algunas, aquí tenemos: hipertensión, hemorragias e infecciones, y abortos que muchas veces por ser llevados a cabo en lugares insalubres desencadenan una serie de eventos que atentan a la salud, si es que no terminan en muerte.
Aquí también nos encontramos cara a cara con el suicidio, el mismo que es muy difícil de delimitar.
También está la desnutrición, que no es solo por parte de la madre, ya que está comprobado que las adolescentes tienen mayor probabilidad de tener niños con bajo peso al nacer.

Legislación del embarazo adolescente
Por desgracia existen dos grandes brechas legales que limitan el acceso de los adolescentes a los servicios de salud sexual y reproductiva.
Por un lado tenemos la ley N° 28704 en su artículo 173 que penaliza cualquier relación sexual entre y con adolescentes incluyendo las de libre consentimiento, impactando de forma negativa para el acceso del adolescente a los servicios de SSR, pues existe el miedo a la sanción legal si los adolescentes no acuden a los servicios de salud con sus padres o apoderados.
Por otro lado tenemos la Ley General de Salud, en su artículo 4 que interpreta al adolescente menor de 18 años como dependiente del consentimiento y acompañamiento de sus padres o tutor legal para el acceso a los servicios de salud incluyendo el servicio de salud sexual y reproductiva.
Bajo este marco legal tenemos la inaccesibilidad del adolescente a información adecuada por profesionales en salud sexual y reproductiva, e insumos anticonceptivos, la ausencia a la atención prenatal de la adolescente ya gestante, en algunos casos la inadecuada atención del parto, entre otros, por tanto, todo esto solo agrava la situación favoreciendo la morbimortalidad materno perinatal, pues como dijimos antes existe el miedo a la sanción legal.
El gobierno peruano, al tomar conciencia de esta brecha legal establece el precedente vinculante de la corte suprema que declara inconstitucional la  penalización de las relaciones sexuales consentidas entre y con adolescentes de 14 a 18 años, propiciando así el libre acceso y empoderamiento del adolescente a salud sexual y reproductiva; sin embargo su implementación necesita tiempo para lograr cambios significativos, además es necesario continuar con la abogacía (incidencia o advocacy) para lograr un mejor acceso y servicio en cuanto a la salud sexual del adolescente.

Cifras de embarazo adolescente
Según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES), en Perú, en 2012, el 29% de las adolescentes son sexualmente activas, 13% de adolescentes de 15 a 19años ya son madres y/o están embarazadas con el primer hijo; del total de embarazos adolescentes, son más propensas y vulnerables al embarazo las más pobres, con poca educación y las del área rural.
Del total de adolescentes embarazadas solo el 32% querían embarazarse.
Todo esto deja ver una realidad más integral del adolescente como sujeto sexual y no como algunos que bajo el velo de falsa moral todavía pretenden concebir al adolescente como sujeto asexuado sin necesidad de educación sexual, pues, como sostienen, “hablarle de sexualidad al adolescente es despertarle el morbo y encaminarle al pecado”

¿Qué debemos hacer?
Se debe invertir en la salud integral del adolescente, creando espacios diferenciados para los mismos, asignando personal profesional en salud sexual y reproductiva con visión a lograr la postergación de la edad de inicio de las relaciones sexuales de los adolescentes que así lo deseen, brindando las armas necesarias para fortalecer la toma de decisiones y el respeto mutuo.
Conseguir la articulación entre salud y educación logrando la contratación de profesionales en salud sexual y reproductiva, que brinden una formación adecuada y sostenida en centros educativos, asegurando el acceso del adolescente a los servicios diferenciados para su atención integral en los diferentes centros de salud.
Brindar la orientación y consejería libre y oportuna a los adolescentes que ya tienen una vida sexual activa logrando el uso adecuado del método anticonceptivo para evitar el embarazo adolescente.

Pensemos en lo siguiente: ninguna adolescente madura por quedar embarazada; sigue siendo adolescente… teniendo que luchar contra sus propios miedos, más el estigma social. Para poder criar un niño.

¡Hagamos el cambio!


(Agradecemos a Jhon Gómez encalada por sus aportes legales. 

sábado, 6 de junio de 2015

Bienvenidos a mi espacio

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